En un contexto de inflación aún elevada y un tipo de cambio anclado, los exportadores argentinos sostienen que la medida les provoca una mayor pérdida de competitividad en los mercados mundiales. El anuncio del BCRA de reducir el “crawling peg” mensual del 2% al 1% a partir del 1 de febrero ha generado un intenso debate en los ámbitos económicos, principalmente de los exportadores.
El sector pesquero ha venido reclamando la eliminación de los Derechos de Exportación, por tratarse de una carga que sumada al incremento de costos por inflación y un tipo de cambio amesetado, deja a varios productos sin posibilidad de competir en los mercados internacionales o con rentabilidad negativa.
El ancla cambiaria es una estrategia que busca contener la inflación a corto plazo al mantener el tipo de cambio por debajo de su nivel de equilibrio.
En este contexto, la competitividad de las exportaciones argentinas se ve erosionada. Cada vez que los precios internos aumentan más rápidamente que el tipo de cambio oficial, los bienes y servicios nacionales se encarecen en términos relativos, afectando la capacidad del país para generar divisas.
La pesca es el octavo complejo exportador de Argentina y se ha mantenido estable en la generación de divisas que el año pasado rondó los dos mil millones de dólares, pero que podría mejorar esa performance si le levantaran el pie que hoy representan las retenciones a las exportaciones.
Hoy una nueva etapa en el plan Milei con el crawling peg, la suba mensual del dólar oficial, que baja del 2% al 1%. El 13 de diciembre del 2023, tres días después de la asunción presidencial, el BCRA dio a conocer la devaluación y el esquema cambiario que iba a predominar, con el crawling peg del 2% mensual. No dio fecha de finalización de ese régimen, y recién hoy se abre una nueva etapa.
El crawling peg al 1% apunta a reducir la inflación en los meses siguientes y cuando se ubique dos o tres meses seguidos en torno al 1%, Javier MIlei tiene decidido remover el crawling peg y disponer una flotación controlada.
No obstante, mientras se avanza en la negociación con el FMI, ha trascendido que una de las condiciones para futuros desembolsos es que el Gobierno aplique una ‘corrección cambiaria’, es decir, un esquema devaluatorio, pero el propio Ministro de Economía, Luis Caputo, ha salido a desestimar un escenario de esas características.
El atraso artificial del tipo de cambio como ancla inflacionaria también tiene consecuencias en la estructura productiva. Al encarecer los costos en moneda extranjera, se desalientan las inversiones promoviendo una primarización de la economía.
En el caso particular de la pesca, en 2024 más de 80% de sus exportaciones correspondieron a productos “sin elaborar”. Además del tipo de cambio, se suman las retenciones y elevados costos internos, lo que, por ejemplo, hoy sigue siendo más barato exportar un bloque de langostino con 9% de retenciones para reprocesarlo en terceros países, que realizar productos con valor agregado en Argentina. Un síntoma preocupante.