La Cámara Pesquera Argentina – Armadores Langostineros Federales Argentinos (CAPEAR-ALFA) se expresó en tono crítico sobre el estado actual del sector y apuntó contra el Consejo Federal Pesquero por rechazar las propuestas de flexibilización de la operatoria sobre el recurso langostino, en particular para la flota fresquera de altura.

La entidad sostiene que se está a las puertas del “ocaso” de la pesquería de la especie. “Hubo un tiempo en el que el langostino argentino, un pequeño capricho extraído de las aguas de la Zona Económica Exclusiva Argentina, reinaba en las mesas más exclusivas del mundo: su carne firme, su sabor dulce y su origen salvaje lo convirtieron en una estrella de la gastronomía internacional, presente en la Costa Azul y en las playas del Mediterráneo.

Sin embargo, este negocio, que alguna vez fue un pilar de la industria pesquera argentina, ha entrado en una espiral descendente”, rememora la entidad empresarial marplatense.

Por otro lado, aborda un factor determinante que ha influido en el negocio. “El principal golpe al langostino argentino ha venido de la mano del Vannamei, un langostino de cultivo que, aunque insípido y de sabor menos complejo, ha invadido el mercado gracias a sus precios irrisoriamente bajos. Miles de toneladas de langostinos de cultivo -muchas veces tratados con antibióticos para garantizar su producción masiva- ha desplazado a nuestro preciado langostino austral y salvaje del lugar que merece”, destalla el informe.

“Así, los potenciales clientes, basándose sólo en el precio, se inclinan por un producto que sólo a primera vista podría compararse con el langostino salvaje de la República Argentina”, describe en cuanto a la nueva tendencia.

“El procesado en Chubut, que en algún momento fue una salida viable para darle algo de valor agregado al producto, hoy enfrenta costos imposibles de sostener: desde la captura hasta la distribución, los precios en esa provincia han escalado hasta volverse irracionales. Descargar un cajón de langostino de aproximadamente 17 kg cuesta casi tres veces más que descargar uno de merluza que ronda los 34 kg. A esta lógica absurda también se suma el transporte, que cobra por cajón de esta especie, en vez de por tonelada”, especifica ALFA.

“Así, se ha puesto una presión económica desmedida sobre un recurso que sin lugar a dudas activa las economías regionales de cada una de las provincias con litoral marítimo, bajo la mentalidad de «salvarse» a través de precios cada vez más elevados mientras la rentabilidad se desploma”, puntualiza.

Asimismo, apunta a las medidas de manejo del recurso. “A lo largo de estos últimos años, otro factor clave que ha ido en detrimento de toda la industria pesquera nacional, pero de la pesquería del langostino en particular, han sido las trabas políticas y burocráticas”, indica la cámara pesquera. “Cada uno de los gobiernos provinciales y sus representantes en el Consejo Federal Pesquero han dejado que prime la soberbia sobre el bien común y el fortalecimiento de una actividad económica de la que dependen decenas de miles de puestos de trabajo, votando e implementando diversos obstáculos operativos que implican retener las flotas en sus puertos sin importar que los barcos regresen con las bodegas semi vacías, sin tener en cuenta la pérdida de rentabilidad, o los riesgos en la navegación que deben enfrentar las tripulaciones cuando las condiciones climáticas se vuelven adversas”.

“Pero las regulaciones han sido aún más agresivas en lo que respecta al gobierno nacional, que ha impuesto derechos de extracción elevados y ha excluido al langostino del régimen que impera para el resto de las economías regionales, obligando a la industria pesquera a pagar derechos de exportación que no son aplicados a otras actividades”, añade.

En tanto, ALFA sostiene que “tanto los representantes del gobierno nacional como los del gobierno provincial y los propios actores del sector debemos realizar una autocrítica: tanto en nación como en provincia se aumentó el esfuerzo pesquero, se duplicó la cantidad de buques y permisos, se burlaron límites y ahora se está ante un escenario de exceso de oferta, el cual tiene sus consecuencias. Fin”.

Por todo lo expuesto, y algún detalle más, “el langostino argentino se ha convertido en un commodity. Sin embargo, si no se toman medidas urgentes, el panorama que se avista es del de un negocio que será deficiente por mucho tiempo. La industria debe repensar su estructura de costos, y aquí no nos referimos sólo al tripulante, todos debemos reclamar políticas más justas y, por encima de todas las cosas, libres. Debemos valorar este producto como lo que realmente es: un delicatesen único en el mundo. Si seguimos esta lógica de explotación acelerada, pronto nos encontraremos recordando con nostalgia lo que alguna vez fue uno de los grandes orgullos de la pesca argentina”, reflexionan.

“Necesitamos una industria pujante y competitiva. Es hora de que trabajemos en forma conjunta el Estado y los productores. Para ello, es indispensable que tanto el gobierno nacional como el provincial escuchen y atiendan los reclamos, propuestas y posibles soluciones que plantea el sector pesquero”, concluyen.

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